La olla quemada

15 Jun, 2022
Reading Time: 15 minutes

Los traumas pueden producirse por acontecimientos destructivos repentinos y violentos o por un proceso gradual de erosión. Ambos pueden ser devastadores, pero ambos pueden prevenirse y aliviarse. Nunca es demasiado tarde y no existe el caso perdido. Nadie debe perder la esperanza. Siempre hay algo que se puede hacer y, una vez dado el primer paso, pueden seguir otros. Es probable que una combinación de métodos sea la mejor manera de avanzar y, en tanto que terapia holística con muchas vías de intervención a su disposición, el Shiatsu tiene un rol clave que desempeñar en este sentido. Tal vez la parte más importante de la ayuda que ofrecemos es el empoderamiento: cada palabra dicha, cada acción adoptada y cada pensamiento contemplado está al servicio de liberar a nuestros clientes de la camisa de fuerza del trauma. En el proceso, no sólo podemos recuperar y reencontrar nuestra energía original, sino también descubrir dones y habilidades que no habíamos sospechado que teníamos.


Un desastre quemado

Entras en la cocina y el hedor y el humo te cuentan su triste historia: se ha dejado una cacerola en el fuego, el contenido se ha quemado y la olla es un desastre ennegrecido. Ocurre de vez en cuando -afortunadamente no tan a menudo- y la pregunta es: ¿cuál es la mejor manera de solucionarlo?

Hay una pequeña minoría de personas que tienen el tiempo y los recursos necesarios para solucionarlo inmediatamente. Se abren las ventanas y las puertas, se vacía la olla, se aplica agua, se lava y la olla vuelve -casi- a su estado intacto.

Muchas personas toman medidas de forma semi inmediata y dejan la olla en remojo, medio llena de agua. Algunas personas se ocupan de la olla más tarde por la noche, otras al día siguiente y otras lo posponen varios días o incluso una semana. No hay ninguna diferencia esencial entre estos retrasos relativamente menores a la hora de devolver la olla a un estado útil y rehabilitado.

En el otro extremo de la escala, están las personas que no tienen ni el tiempo ni la capacidad de hacer nada para remediarlo. La olla se considera una víctima. Se la deja de lado. Poco a poco se aleja cada vez más del centro de atención y, con el tiempo, termina saliendo a la puerta o en algún lugar del patio. Esta situación conduce a un estado más o menos permanente de abandono total.


Imagine esta olla, abandonada a la intemperie, expuesta a los elementos del viento, el frío, el calor, la humedad y la sequedad. En medio de esta exposición, con el tiempo, una pequeña parte de los daños se erosionará un poco. Por desgracia, lo mismo ocurre con la estructura innata de la propia olla. Aquí no hay nada de ganar-ganar, sólo una lenta descomposición local, que lleva a una contaminación progresiva del entorno inmediato.

Hay, por supuesto, otra forma menos dramática de ennegrecer las ollas: el uso constante sin ningún intento serio de limpieza. Se trata de un proceso más lento, pero igual de devastador para la vasija, que inevitablemente se verá relegada poco a poco al fondo del armario, descuidada y sin usar, hasta el día en que finalmente sea redescubierta y probablemente tirada a la basura.

Volviendo a las operaciones de limpieza antes mencionadas, surge una pregunta pertinente: ¿recuperará realmente la olla su estado original? La respuesta es: probablemente no. Quedarán cicatrices, restos o una combinación de ambos. O bien la limpieza es tan intensa que realmente elimina una capa de metal de la olla, o bien la limpieza se detendrá en el nivel en el que los últimos restos de carbono estén firmemente alojados en el estado actual de la olla. En la mayoría de los casos, veremos una mezcla de los dos escenarios.

A estas alturas, la metáfora que estamos explorando probablemente se habrá vuelto completamente transparente: la olla ennegrecida es, de hecho, un ser humano traumatizado. Hemos comprendido que el trauma puede producirse a través de acontecimientos destructivos repentinos y violentos, o a través de un proceso gradual de erosión. Ambos pueden ser devastadores, pero ambos pueden evitarse, o al menos mitigarse.

Métodos de tratamiento viables – El Shiatsu desempeña un papel clave

El tema de los traumas es ahora mucho más factible de tratar que hace unos años. Es aceptable hablar de ello en muchos ámbitos, y están surgiendo métodos de tratamiento viables, basados en todo, desde la atención terapéutica hasta la PNL (Programación Neuro Lingüística), la EFT (Emotional Freedom Technique o Técnica de liberación emocional), la TRE (Trauma Releasing Exercises o Ejercicios de Liberación del Trauma) y la hipnosis, pasando por el trabajo corporal y las modalidades de tratamiento basadas en la energía. En general, se considera que una combinación de métodos es la mejor manera de avanzar. El Shiatsu tiene un rol clave en todo esto.

Sin embargo, se trata de un tema que necesita ser iluminado desde tantos ángulos como sea posible, y aunque una metáfora nunca puede reflejar el objeto de comparación con precisión exacta, la imaginación tiene la ventaja de activar sentidos que los enfoques racionales no pueden…

Si imaginamos que una persona, como una olla, puede verse sometida a un acontecimiento intensamente dañino, ¿qué formas esto podría adoptar?

Características del trauma

La guerra y las atrocidades asociadas a ella constituyen un ejemplo evidente. Cualquier tipo de ataque que implique violencia física, incluso un accidente, puede ser traumático de la misma manera. Por supuesto, hay que incluir las catástrofes naturales: terremotos, incendios, inundaciones y tornados. La muerte, en particular las muertes múltiples, pueden hacer que las personas se sientan inseguras y desconfiadas del mundo que les rodea. Esto es especialmente cierto para los más jóvenes y los más aislados. Las personas que se encuentran repentinamente en paro o jubiladas pueden fácilmente experimentar tales acontecimientos como traumáticos. Las uniones domésticas que se rompen, aparentemente sin previo aviso, especialmente cuando se revela una doble vida, también son traumáticas para algunas personas.

Llegados a este punto, debemos hacer una pausa y considerar el elemento subjetivo. Un dicho común que tiene cierta relevancia es: lo que no me mata, me hace más fuerte. Esto es cierto para algunas personas y en ciertas circunstancias, y es un tema que merece la pena explorar en profundidad y con detalle. Sin embargo, desde luego no se aplica universalmente. Un suceso que no nos mata también puede dejarnos mutilados y marcados de por vida: traumatizados. Algunos de los factores decisivos son la sensibilidad innata, las estructuras de apoyo existentes, los recursos de curación disponibles y el entorno cultural imperante, que favorecen o bien volver a la normalidad con relativa rapidez o bien sucumbir a uno u otro tipo de aceptación pasiva, o incluso, en el peor de los casos, a la victimización.

En todas las zonas de conflicto, los niños suelen ser las primeras víctimas de la violencia bélica.


Volviendo a nuestra lista de sucesos que pueden traumatizar rápida y repentinamente, tenemos que incluir cualquier tipo de violencia o agresión sexual. Una vez más, tenemos que volver a lo subjetivo: lo que una persona puede interiorizar en lo más profundo de su ser como un ataque paralizante a sus cimientos, otra puede barrer al costado y construir sobre la experiencia. Algunas personas pueden incluso adquirir una fuerza inmensa al superar niveles de abuso aparentemente paralizantes; estas personas tienen entonces la oportunidad de convertirse en modelos para otros supervivientes.

La probabilidad de que los sucesos resulten traumáticos o no también depende de si se repiten o son únicos. Mientras que una persona puede sobrevivir a un acontecimiento violento y deshumanizador aislado, con consecuencias menores, un acontecimiento que se experimenta repetidamente acabará por desestabilizar incluso la constitución más fuerte. La palabra «tortura» entra ahora en nuestro espacio, ya que las agresiones repetidas son fundamentalmente interpretables como tortura y los resultados serán casi con toda seguridad traumáticos.

Consecuencias del trauma

Las consecuencias de un trauma pueden incluir desde una personalidad ligeramente disminuida hasta una personalidad fundamentalmente modificada. Una persona puede tener que renunciar a porciones relativamente pequeñas o comparativamente mayores de su carácter innato, a fin de conservar suficiente energía vital para sobrevivir a la(s) experiencia(s) en cuestión. En todos los casos, el resultado será una reducción proporcional de la esencia de vida y una reducción equivalente de la expresión de la fuerza vital y, por tanto, de la personalidad. Otra persona puede optar por explorar aspectos completamente diferentes de su personalidad para desarrollar estrategias de supervivencia; algunas incluso adoptan los mismos métodos que se utilizaron contra ellas…

En casos extremos, también está la cuestión de los rasgos de personalidad adicionales y las subdivisiones dentro del carácter de base. Aquí entramos en el terreno de la obsesión y de las personalidades múltiples. Ninguna de las dos es particularmente rara: una obsesión leve puede verse en las gradas de los estadios de fútbol, en los conciertos y en algunas bandas. Las personalidades múltiples están presentes en muchos lugares de trabajo y foros sociales. Por lo general, éstas no son problemáticas, pero si no se controlan y/o se ven estimuladas por tensiones internas crecientes, la presión de grupo u otras influencias externas desfavorables, pueden acabar convirtiéndose en problemas graves.

Las consecuencias del trauma pueden incluir desde una persona ligeramente disminuida hasta una persona esencialmente modificada.


Nos recuerda a la olla que, por un uso descuidado y negligente, puede llegar a ser tan disfuncional como la olla que se escaldó de repente. El resultado es similar, aunque el proceso sea muy diferente. El desgaste progresivo no es menos destructivo que un ataque repentino. También puede ser cierto exactamente lo contrario: una experiencia aguda puede tratarse con rapidez y eficacia, mientras que una influencia progresiva e insidiosa puede pasar relativamente desapercibida y, por tanto, infiltrarse disimuladamente en profundidad y cada vez más profundamente en las capas del cuerpo-mente.

Efectos del trauma: niveles mental, emocional y espiritual

Huelga decir que la agresión y la tortura -tanto repentinas como progresivas- pueden experimentarse a todos los niveles: físico, mental, emocional y, por supuesto, espiritual. Ya nos hemos detenido en varios ejemplos físicos, todos los cuales tienden a incluir o conducir a un derrame en los otros niveles.

Las agresiones mentales y emocionales pueden producirse en el lugar de trabajo, en la familia, en las relaciones y a través de los grupos y las redes sociales, que cada vez son más. La presión de grupo y la necesidad de adaptarse son las puertas de entrada a muchos de estos sucesos traumáticos. La propaganda política y religiosa ofrece ejemplos obvios de agresión mental y emocional, mientras que los códigos de conducta tácitos en las relaciones familiares y matrimoniales pueden ser el elemento más sutil del espectro. Ninguno de ellos es necesariamente más ofensivo o benigno. De nuevo, algunos ceden y se doblegan, mientras que otros son relativamente poco afectados o incluso se desarrollan como resultado de ello.

En todas las circunstancias, debemos tener en cuenta que el trauma nunca es una consecuencia inevitable, dadas la resistencia y resiliencia innatas de la humanidad. Del mismo modo, debemos ser conscientes de que el trauma está a nuestro alrededor, a menudo oculto tras personalidades superficiales, transformadas para que parezcan «normales».

La agresión espiritual también puede adoptar cualquier forma imaginable, desde la discreta hasta la abierta. Dado que el castigo puede distribuirse de infinitas maneras y que la recompensa también es polifacética, el abanico es infinito. En algunas culturas, las muestras públicas de crueldad se utilizan para reforzar códigos de conducta drásticos, mientras que en otras se emplean códigos mucho más sutiles de lenguaje corporal y verbal con fines coercitivos en el ámbito espiritual. El factor clave girará invariablemente en torno a la erosión o la negación del libre albedrío espontáneo.

El Amor cura.


En cuanto nuestra personalidad, creatividad, procesos de pensamiento, integridad o recursos corporales adaptativos se ven comprometidos, se prepara el escenario para la aparición repentina o gradual de un trauma. Una vez más, todo tipo de factores internos y externos determinarán si experimentamos o no los acontecimientos como traumáticos. No obstante, podemos identificar una amplia gama de acontecimientos causales que pueden producir un estado traumático si se permite que se desarrollen sin control.

Desentrañar el trauma con el Shiatsu

Tomando todo esto como contexto, empezamos a desentrañar y desanudar el trauma. Recordemos que, evidentemente, es mucho mejor prevenir que curar, y que hay mil maneras de evitar un trauma mediante actos más o menos importantes de comportamiento consciente y de comunicación atenta. Apenas hace falta decirlo, y sin embargo nos encontramos en un mundo en el que el trauma es, si no común, ciertamente no infrecuente.

En cuanto a los temas de la reparación, la rehabilitación y la regeneración, baste decir que nunca es demasiado tarde y que no existe el caso perdido. Nadie tiene que perder nunca la esperanza: ni el cliente, ni el terapeuta, ni el amigo, ni el conocido. Siempre hay algo que se puede hacer y, una vez dado el primer paso, puede seguir otro y, a partir de ahí, cada vez son posibles más.

Los métodos disponibles son ahora numerosos y aumentan cada día. Para algunos, un intercambio verbal ayuda a iniciar el proceso. Otros responden mejor a intervenciones prácticas desde el principio. El Shiatsu es un magnífico ejemplo de terapia holística que tiene a su disposición numerosas vías de intervención fructíferas. Un componente muy importante del proceso terapéutico es el empoderamiento. Desde el punto de vista del terapeuta, ésta es quizá la parte más importante de la ayuda que ofrecemos: que cada palabra dicha, cada acción emprendida y cada pensamiento considerado puedan estar al servicio de la liberación de nuestros clientes de la camisa de fuerza paralizante del trauma.

Shiatsu en situación de emergencia, terremoto en Puerto Rico 2020 (C) Nilsa Eberhart

Resistencia, coraje y compromiso

Desde el punto de vista del cliente, las herramientas más importantes serán probablemente la resistencia, el coraje y el compromiso.

La resistencia es importante porque es poco probable que el camino sea recto o llano, casi seguro que no será una pendiente fácil. Habrá curvas y recodos, y las subidas a veces parecerán imposibles de soportar. Una imagen para retener podría ser la espiral: probablemente tendrás que cruzar el mismo territorio varias veces. Bastantes, quizás. Cada vez que lo hagas, te sentirás un poco más fuerte; tendrás un poco más de perspectiva, un poco más de conciencia de ti mismo. Pasas en espiral por el mismo punto, pero no eres la misma persona.

El compromiso es igual de importante porque una de las pequeñas verdades de la vida es que hasta que no nos comprometemos con todo nuestro ser, no se consiguen resultados sustanciales. Cuando te encuentres preparado para comprometerte -desde la médula de tus huesos hasta la punta de tus pestañas y la punta de los dedos de tus pies- entonces estarás verdaderamente preparado para recorrer el camino de la reconstrucción de tu yo original.

Necesitarás hasta el último gramo de tu coraje para iniciar el proceso y mantenerlo a través de los muchos retos a los que seguramente te enfrentarás. Tendrás que ser valiente frente a cosas muy repulsivas, cosas que una vez temiste que te destruirían. Esa valentía te será devuelta diez veces, cien veces, y podrás encontrar apoyo para mantener esa determinación con la persona o las personas en las que decidas confiar mientras desentrañas el dolor del pasado y avanzas hacia tu derecho de nacimiento.

No hay límite para lo que puedes lograr e incluso si la olla estaba inicialmente tan negra como el pecado, debes saber que no sólo puedes recuperar, reciclar y recobrar tu energía original, sino también descubrir dones y habilidades que nunca sospechaste que tenías.

Encontrar el coraje dentro de uno mismo.

Un rayo de sol tras la nube

Cambiando de metáfora al final, los japoneses nos recuerdan que detrás de cada nube, de cada trauma, está el sol, un rayo de esperanza. Sostienen que un jarrón de cerámica roto, cuando se repara con pegamento de color dorado, se convierte en un adorno aún más precioso que un objeto corriente que sobrevive indemne. ¿Cómo es posible? La razón reside precisamente en la paradoja del sufrimiento: cuando nos vemos obligados a pasar por procesos difíciles para adquirir sabiduría, crecemos inconmensurablemente. Nos volvemos más flexibles, ahondamos más profundamente en nuestros recursos, ampliamos nuestra perspectiva y, por último, desarrollamos la compasión.

Podría decirse que el sufrimiento en sí mismo no tiene ningún mérito intrínseco. A pesar de esta presunción, en muchos círculos espirituales se sostiene que el conocimiento adquirido sin un esfuerzo agotador tiene poco valor. El esfuerzo en sí mismo también puede considerarse estéril. Es precisamente en la combinación de esfuerzo y simplicidad, de sufrimiento y liberación, del panorama y del proceso laborioso, donde el desarrollo debe ser, si no esperado, al menos previsible.

Desde este punto de vista, el receptor del trauma puede considerarse como una rica pradera.

Kintsugi: reparación de cerámica con oro.

Autor

Chris McAlister

Traductora

María-Elena Riva-Zucchelli
Latest posts by María-Elena Riva-Zucchelli (see all)

    Related Posts:

    Boletín de noticias

    Si no quiere perderse ningún artículo, curso, entrevista o información sobre Shiatsu, suscríbase a nuestro boletín.



      Al continuar, usted acepta la política de privacidad (ver)

      Instagram

      ×